La Estrella
En el agua la estrella se refleja
como una lentejuela de oro vivo,
o un lunar imprevisto en el motivo
gris y redondo de la charca añeja.
Admiradas, absortas en la duda
de qué será lo que en el pozo brilla,
las ranas están quietas a la orilla
en una adoración paciente y muda.
Y el pastor loco que con astros sueña
hunde en el agua la imprudente mano.
Quiere sacar la estrella del pantano
y en la imposible salvación se empeña.
¡Cloc, cloc! -gimen las ranas desoladas.
Roto el reflejo, desgarrado el astro,
ya no queda en la charca sino un rastro
de hebras de luz sutiles y doradas.
Y yo, que asisto a la lección y llevo
en mi charca interior la dulce estrella
de una ilusión que se retrata en ella,
a ansiar la realidad ya no me atrevo.
Y como hipnotizada por el loco
afán de no ver roto mi tesoro,
hago guardia tenaz al astro de oro,
lo miro fijo, pero no lo toco.
Timonel de mi sueño
Hora de los navegantes extáticos
Sobre los mares de basalto y de turquesa.
El viento suena sus crótalos de cobre
y en la proa de mi barco cae una estrella.
Iremos al país de los caminos iluminados
por el mirasol giratorio de los sueños.
Toma la dirección de mi navío
tú, que conoces los nocturnos océanos.
La playa del día está tan distante
que hasta he olvidado los colores de la luz.
Y ya no sé cómo florece el granado de la tarde.
Quiero apoyar la mejilla en tu mano,
quítate esa sortija de amatista
que me hiere la sien, timonero.
Yo he tirado al mar el collar de la vida
y siento que el cuerpo me pesa menos que un pétalo.
Si nos sorprende la tormenta: ¡qué fácilmente
podrás alzarme en tus brazos y abrigarme en tu pecho!
Toma la dirección de mi navío
tú, que noche a noche recorres
las rutas fieles de mi sueño.
Elogio de la lengua castellana
¡Oh, lengua de los cantares!
¡Oh, lengua del romancero!
Te habló Teresa la mística.
Te habla el hombre que yo quiero.
En ti he arrullado a mi hijo
e hice mis cartas de novia.
Y en ti canta el pueblo mío
el amor, la fe, el hastío,
el desengaño que agobia.
¡Lengua en que reza mi madre
Y en la que dije: ¡Te quiero!
Una noche americana
millonaria de luceros!
La más rica, la más bella,
la altanera, la bizarra,
la que acompaña mejor
las quejas de la guitarra.
¡La que amó el Manco glorioso
y amó Mariano de Larra!
Lengua castellana mía,
lengua de miel en el canto,
de viento recio en la ofensa,
de brisa suave en el llanto.
La de los gritos de guerra
más osados y más grandes.
¡La que es cantar en España
y vidalita en los Andes!
¡Lengua de toda mi raza,
habla de plata y cristal,
ardiente como una llama,
viva cual un manantial!