I
Que lo profundo es el aire, nos lo enseñó el poeta. El aire aquí es de un rigor despojado, extenso, blanco. Para llegar aquí abandonas la voz, sólo un gorjeo de aves acompaña la huella de tus pasos en el descenso interminable. Ahora es como si tus ojos se abriesen por vez primera a la novedad del mundo: plenitud de un espacio inicial, puro comienzo, recién estrenado casi para quien contempla extasiado el silencio alto de los pinos.
II
No es un juego la luz, es una magia admirable, plural, donde convergen la raíz y la rama, el espejado enigma de los pájaros, la nitidez del cielo, el pulsar de una tierra que rezuma desnudez y emoción, sombra antigua que aúna el fruto y la semilla.
III
Y ahora también el agua, el agua que no es sino una fiesta, un brote nuevo que va empapando la tierra hasta el barro; el agua que celebra el nacimiento de la estación primera en este lugar umbrío, dado al olvido o al enigma, perdido quizás, abandonado por las cosas de los hombres que apenas saben mirar lo que aquí dejan; el agua que conoce su lenguaje, su extraña escritura: la del verdín secreto entre las piedras reescritas, leves trazos que tan sólo definen una ausencia.
IV
Es indecible este mundo sumido en el misterio. No requieren palabras la emoción o el abismo –no las encuentra al menos quien escribe-, capaces de contar fielmente la aventura que se teje en el hondo espesor de la hojarasca, en el olor de la resina, en el aroma intenso del espliego, en la festiva variedad de la materia, en su pujanza: la flor de la retama, la de la jara abierta, la hierba menuda a cada paso…
V
La mirada se hunde en el paisaje con la conciencia clara de quien busca en él la transparencia, la visión sumergida, remota de las cosas que fueron, el puro testimonio del aire en lo profundo, lugar que se consagra a la delicia, al latido del sosiego, como la fuerza unánime de un murmullo vegetal que ya no te abandona, como un temblor que en ti germina, un estremecimiento que te baja hasta los párpados.
VI
Y respiran por dentro, en ti, la desnudez del cielo, la tierra toda y el agua que la empapa, el aire azul que aspiras hasta lo hondo, hasta limpiar tus huesos del moho de los días. El espacio es ahora memoria de un proyecto aún no construido donde tal vez tendrán cabida la verdad de las cosas que todavía ignoras, su otra energía… Respira en ti una búsqueda, un profundo silencio que se torna exilio, la libertad primera y su vacío, lo que te ha de implicar definitivamente en cuanto existe.