Luis León Barreto advirtió durante su encuentro literario celebrado en la Casa Museo Pérez Galdós junto a la escritora vasca Marian Izaguirre, “que asistimos a un fenómeno creciente en las letras españolas desde la época de la Transición hasta nuestros días: la irrupción de las mujeres en el género narrativo”. En ese marco incluyó Barreto a la novelista autora del superventas ‘La vida cuando era nuestra’, quien admitió que el premio Sésamo que obtuvo con una sola novela escrita en ese momento, “la animó a seguir escribiendo y le abrió caminos”.
“Cada vez hay más mujeres narradoras y la industria editorial cada vez más apuesta por mujeres. Esto tiene una explicación: el público mayoritario de lectura de novelas son mujeres. Si hay demanda, hay oferta”, señala Marian Izaguirre quien recordó una frase de Kundera que siempre ha intentado aplicar a su producción literaria: las novelas tienen que ser fáciles de leer y difíciles de entender. “Me apasiona escribir y mi objetivo no es vender novelas, aunque algunas veces conectan con el sentir mayoritario de los lectores, como es el caso de ‘La vida cuando era nuestra’, que ha sido un top de ventas con tres ediciones y ha conectado como muchas sensibilidades. Esto te sitúa como autor en un lugar en el que ninguno de los autores, cuando nos ocurre, nos reconocemos”, reconoció Izaguirre.
“Aprendemos con el cine, con las novelas que hemos leído y hemos olvidado… me siento orgullosa de estar en la Casa Museo Pérez Galdós el mismo día en el que se cumple el 50 aniversario de su apertura como centro museístico. Cuando eres joven lo lees todo. Hay autores como Galdós que como escritora me han marcado”, dijo.
Referentes advirtió Izaguirre que tiene muchos. “Desde Hitchcock a Cortázar, pasando por Rómulo Gallegos. Hay tres maneras de hacerse escritor: con la experiencia, con la investigación o la documentación y con la imaginación”.
“Mis personajes favoritos son los resistentes. Forma parte de una filosofía de vida. A mis personajes les ocurren muchas cosas pero conseguimos entre ellos y yo que lleven siempre las riendas de su destino”, comentó la escritora que se declaró firme defensora de los cuentos, “aunque esté considerado en España como una cuestión de aprendices”.
“La lectura no es un pasatiempo cotidiano salvo para los que tienen el veneno dentro”, añadió Izaguirre, para quien su última novela “es una historia actual que escuece en los días de recortes sociales y libertades de hoy. Todos los soplos de libertad del 15-M han derivado en movimientos vecinales y sociales que se han tejido al amparo de la ilusión y la solidaridad civil horizontal”.
Para Izaguirre “es importante que haya un librero de confianza que sepa aconsejarte. Mi última novela trata de dos libreros de viejo en 1951 en una época de mucha precariedad y necesidad. Son resistentes como el pacto que establecen también las dos mujeres de la novela”.
Según Izaguirre, los blogueros están teniendo entre el público tanto predicamento y sustituyendo en la red a las páginas literarias de los periódicos, “entre otras cosas porque los periódicos recomiendan a sus escritores afines. El País recomienda a los escritores de su filial Alfaguara, los de Prensa Ibérica a los que escriben en Alba Editorial, etc… Además muchos críticos están inclinados hacia lo que producen determinadas editoriales… todo se ha subvertido”, denuncia la autora que publica en Alemania, Italia, Holanda y Dinamarca, entre otros muchos. Sobre las nuevas tecnologías la escritora tiene un concepto positivo. “Yo no escribiría lo que escribo con una máquina de escribir. Mis novelas serían distintas y no serían las que son. Cuando se inventó el bolígrafo apareció eso que llamamos monólogo interior, que sería imposible escribirlo mojando la pluma en el tintero. El soporte cambia lo que tu escribes. Me puedo permitir el lujo de manejar dos tiempos en la misma novela trabajando de forma lineal e intercalarlas gracias al ordenador. Antes prescindo de la lavadora que del ordenador, desde luego”.
“Me siguen gustando los libros en papel”, prosigue Izaguirre. “Me gusta cómo huelen, el tacto del papel, los sonidos al pasar las páginas, los colores que los ilustran, etc. Son una caja de resonancias. Soy activa en redes sociales, pero no encuentro ningún placer en el libro electrónico, como tampoco en el micro-hondas”, concluye la escritora.