La escritora colombiana Laura Restrepo habla en sueños con sus personajes. “Me hacen revelaciones. Yo me levanto tan temprano porque me entra ansiedad por escribir”, aseguró la autora en el encuentro que mantuvo hoy viernes, día 2 de junio, con alumnas y alumnos del Colegio Claret de Las Palmas de Gran Canaria en la Casa-Museo Pérez Galdós.
Pese a esta pincelada onírica, su literatura y su discurso están fuertemente adheridos a la realidad y a la necesidad de “construir una ética civil que nos permita convivir sin lastimarnos, a nosotros mismos y a los demás”. Restrepo manifestó que “en un tiempo existía una ética regida por la Iglesia, pero eso se fue desdibujando y sin embargo nosotros los civiles, los laicos, no hemos construido una ética ni unas normas de convivencia, lo cual lleva a una especie de limbo. ¿Qué está bien y qué está mal? ¿Cómo hacemos para respetarnos a pesar de las diferencias?”.
Estas reflexiones son la materia con la que ha erigido su última obra, ‘Pecado’, que ha traído bajo el brazo hasta la isla para presentarlo en la XXIX Feria del Libro de Las Palmas de Gran Canaria. Se trata de un texto “cuyo fastuoso telón de fondo es el ‘Jardín de las Delicias’ del Bosco, con su cosmogonía del bien y el mal”, aunque habitado en este caso por “personajes pecadores que tienen que nadar por las oscuras aguas del mal”. Una ‘fauna’ humana compuesta por adúlteros, descuartizadores, verdugos profesionales, profetas del desierto o hermanas vanidosas que habitan los siete capítulos independientes de la entrega.
Restrepo subrayó que la actualidad del debate sobre los conceptos de maldad y bondad resulta indiscutible. Y puso sobre la mesa un ejemplo muy reciente. “Los eventos del señor Trump retirándose de los acuerdos de París [contra el cambio climático] me parecen propicios para recalcar lo necesario de un debate ético, que era lo que yo quería hacer a través de la literatura en estas páginas”.
“Yo personalmente le agradezco muchísimo al presidente de los Estados Unidos sus rudísimas e ignorantes palabras de ayer porque permite ir delimitando caminos y parece haber despertado en el resto de la Humanidad una sensación de compromiso con la preservación y la posibilidad de supervivencia de la raza humana. Estos acontecimientos nos llaman a la urgencia de discutir en términos éticos. A veces la política se queda corta y hay que ir más allá para ver qué está bien y qué está mal”, agregó Restrepo, considerada por el crítico y teórico literario Harold Bloom como “una escritora para guardar como un tesoro” y consolidada como una de las grandes voces de la literatura latinoamericana.
Advirtió además de que este territorio ético difuso está dominado por una bestia sin control. “Estamos sufriendo una sobredimensión tremenda del ego. Parece que el único parámetro que se está imponiendo es la egolatría. Esperemos que sea una época que podamos llamar pasada. Sería una época marcada por los apetitos del yo, y para el yo no hay tú que valga”.
“Por eso”, agregó, “quizás no hay sanción, en la medida en qué nos den gusto y nos proporcionen placer cosas que nos hagan sentir amos del universo sin importar lo que pase con los demás. Toda la crisis de los inmigrantes y de los refugiados nos habla de esto, de desentendernos de forma olímpica, porque el ego se basta a sí mismo y a sus propios apetitos”.
“Las personas que nos movemos en el terreno de la cultura tenemos una libertad que otros no tienen. La cultura es puente entre la gente, no es propiedad privada, nos permite un terreno de libertad y comunicación extraordinaria”, añadió. En su caso, ser ‘puente’ como mediadora en el proceso de paz entre el Gobierno y la guerrilla colombiana le costó un exilio forzoso.
Durante su charla distendida con los estudiantes, uno de ellos le preguntó por sus primeros escritos. Recordó entonces que su madre guardó durante mucho tiempo unos cuadernos que rellenó cuando era “chiquita”, con nueve años. Los escribían dos personajes que ella misma se inventó. Uno de ellos era inmaculado. Jamás se salía del renglón ni se le escapaba nada que fuera poco apropiado. El segundo, en cambio, era un desastre, rayaba los papeles, no respetaba los márgenes y soltaba groserías. Confesó que hoy en día le gustaría escribir con la meticulosidad del primero pero que los temas los dictara el segundo.
Y por encima de todo dejó un mensaje de amor a la palabra. En un corrillo con los chicos y chicas alrededor de la estatua de arenisca de Benito Pérez Galdós esculpida por Victorio Macho les animó a caminar por la senda de las letras: “Muchachos, escriban. Y guárdenlo”.