El martes 20 a las 18:00 horas estará en la Biblioteca Saulo Torón el escritor Miguel Ángel Fabián Hurtado presentando “Stigmas”, su primera novela.
La historia de Javier, alias «el Nano», nació para morir en un cajón, para no ver la luz; su único propósito es ahuyentar los fantasmas que duermen con él, exorcizar demonios, matar la sombra alargada de su pasado. Pero una vez escrita saltó por la ventana y se hizo libre. Hay historias que no pueden morir en el olvido y esta es una de ellas.
La vida del Nano comienza mediados los años sesenta. Se crio en un barrio de la periferia de Madrid (Carabanchel), eran tiempos duros, crueles. Franco todavía firmaba sentencias de muerte. Sufrió maltrato físico y psicológico dentro y fuera de su casa, aprendió a morder para sobrevivir. Fue delincuente, víctima y verdugo, se adentró en el mundo de las drogas, vivió en el inframundo, pasó por muchas instituciones. Conoció la miseria, la soledad, la enfermedad. Fue un paria. Cuando su adicción a la heroína y demás sustancias dibujaban una hermosa fosa, mandó a tomar por el culo a todo y a todos y, gracias a su rabia, consiguió posponer su hora hasta el día de hoy.
«Lo que desconocía es que gracias a la violencia conseguiría hacerse número y comer lentejas».
El escritor Miguel Fabián Hurtado (Madrid, 1966), afincado en Gran Canaria, debuta en la narrativa con ‘Stigmas’ (CanariaseBook), una primera novela de naturaleza autobiográfica aunque escrita desde una tercera persona ficticia, donde el autor relata el infierno de su vida pasada en el barrio madrileño de Carabanchel, desde una infancia de malos tratos por parte de su padre a una espiral de violencia, delincuencia, drogas y cárceles.
“El libro me ha removido más de lo que yo pretendía y ahora estoy en proceso de curación”, dice el autor. En sus propias palabras, “con este libro, buscaba redimirme... La literatura llega a través de mi amigo Santiago Gil, que ha sido la espoleta. Me animó mucho a que siguiera este ejercicio literario como terapia de choque y luego me insistió en publicarlo, porque me dijo que le parecía un insulto que lo guardara en un cajón. Sí es verdad que, antes de conocerle, yo ya había leído mucho, que es una afición que mi madre, cuando murió mi padre, se pudo permitir. En ese sentido, una de las mejores cosas que he heredado de mi familia es eso que yo desconocía: el amor por la literatura. Y durante mi reinserción social con Santiago Gil, ese veneno me entró de lleno porque, una vez que aprendí a poner nombre a mis sentimientos y mis pesares, pensé que podía intentar plasmarlos en un papel. Entonces, fui haciendo algunos pinitos y Santiago me dijo que yo era un escritor, así que llegó un punto en que supe que ese era mi momento y el libro fue un reto del que estoy muy orgulloso, aunque haya sido un parto muy doloroso."
Fuentes: La Provincia y Conexión Amare