El devorador íntimo

Ver una novela que se titula El devorador íntimo, con una portada en la que aparece una araña  de colores grises, blancos y negros, bajo un visillo, puede hacernos pensar que estamos ante  una novela policíaca, un thriller o incluso un libro de terror. Si en la contraportada se citan diez líneas del libro, medianamente escalofriantes, uno puede llevarse a engaño.

Al presentar la novela, la editorial y el autor consiguen atrapar al lector sin que este tenga que empezar a leer. Yo por mi parte voy a intentar continuar su juego y no contar nada del contenido del libro. Eso sí, es una novela para todos los públicos, y no es una novela de terror, ni siquiera de miedo.

Es una novela que te interesa como te puede interesar un antiguo amigo que dejaste de ver por azar, y con el que después de diez años tienes la posibilidad de volverte a encontrar. Una novela poco predecible, aunque no arriesgada. Difícilmente comparable, aunque bastante sencilla. No única, ni privada, pero con la marca personal de quien posee un ángulo de visión de la realidad inaccesible para los demás. Y creo, o me gustaría pensar, que fue construida a la manera en que una imagen puede construirse, en este caso, una imagen moviéndose en el tiempo.

Su autor, esto sí lo podemos decir, es un pintor santanderino, nacido en 1949, un conocido artista plástico contemporáneo que redactó la novela en varios años y que después de un lustro de reposo en un cajón publica El devorador íntimo como su primera incursión en el ámbito de las letras.

No está de más, creo, mencionar que la editorial que ha publicado el libro (El Desvelo, www.eldesvelo.com ) es una de esas editoriales de mínimo tamaño que además por su localización geográfica – no está en Madrid ni Barcelona –sufre dificultades de promoción y distribución a nivel nacional, y a la que seguro se debería prestar mayor atención.

Alfonso García