La librería ambulante

La librería ambulante

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Hay personas que nos entran por los ojos. Que nos atraen por un detalle que ni siquiera sabemos cuál es. Y hay otras personas, que todo lo invaden nada más conocerlas, y a las que nos entregamos sin control antes de saber su nombre.

Alguien así me recomendó La librería ambulante, y al comenzar sabía que era muy probable que me gustara. Una novela corta, aireada, de párrafos regulares. Sin embargo, desde que entré en la historia allá por la página cinco no me ha abandonado la sensación de estar aprovechando el tiempo al máximo de sus posibilidades, como si esta lectura fuera algo que debe hacerse mientras esté en nuestras manos.

 

<< Éstas páginas huelen a las hogazas de pan recién sacadas del horno;

en ellas se siente el viento de otoño en los abedules. >>

 

Sé que la lectura por definición no nos vuelve mejores personas, que quien a diario lee no ha de ser de por sí ejemplo de nada. Lo mismo piensa el señor Roger Mifflin, que recorre el país en un carro vendiendo libros de segunda mano a granjeros y trabajadores. Su único y honesto afán es el de hacer más llevadera su existencia a aquellos con quien se cruza en su camino. En una granja, la señora Helen McGill decidirá comprarle su librería ambulante y sustituirle en los senderos, harta de vivir como ama de casa para su exigente hermano. El libro, como fielmente indica su portada, es la aventura de la nueva vida de Helen como librera.

Quizás en el sector editorial de hoy el libro haya llenado un vacío torácico, y que libreros y editores lo hayan leído con un punto de vista diferente al del lector común – la novela, en esta publicación de la editorial Periférica, va ya por su séptima edición -. Eso ya es un acierto si abre una veta para futuras publicaciones similares. Para mí, es una alabanza a las cosas sencillas a la que es difícil no unirse. Porque es verdad que a veces un estímulo mínimo del exterior para estar contento. Es una pena que lo que cuenta este libro, no tan lejano en el tiempo, parezca irrealizable a día de hoy.

 

Alfonso García.

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