2000 La muerte de Virginia
La muerte de Virginia

La muerte de Virginia

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La figura de Virginia Woolf siempre ha destacado por mérito propio en la literatura, por las maravillosas obras que desarrolló y por su propiciado final. A su lado siempre estuvo su marido Leonard Woolf, cuyos recuerdos terminan en esta biografía, quinto y último volumen de sus memorias. Cronológicamente el libro comienza al estallar la segunda guerra mundial en 1939 y termina treinta años después, con su muerte.

Destacado escritor, destacado político y administrador y destacadísimo editor de quizás la mejor editorial que ha existido jamás – la que llevó junto a su mujer Virginia y que, además de publicar los trabajos de ambos, publicó por primera vez a autores como Robert Graves, Hölderlin, T.S. Eliot, Vita Sackville-West o Freud.

El libro se centra en cuatro temas fundamentales de la vida de Leonard Woolf: su labor política y como administrativo y mediador laboral, la vida que llevaron a cabo durante los años de guerra en los que Londres fue tan duramente bombardeada, su labor como editor al frente de la prestigiosa editorial Hogarth Press, y por supuesto la vida al lado de una figura tan grande como la de Virginia, en todos sus mejores y sus peores momentos, hasta su trágico final. Las últimas palabras de Virginia – escritas -  fueron para él: “no creo que haya existido dos personas tan felices como nosotros”.

El libro vale cada una de sus páginas, pero valdría la pena de sobra sólo con los momentos en que habla de Virginia, de sus esfuerzos por escribir y revisar sus novelas, de – como se explicaba en la película “Las Horas”, que narra la vida de Virginia entremezclada con la de los personajes de ese libro suyo – luchar por vivir las dos vidas que ha de vivir a la vez: la suya propia y la del libro que está escribiendo.

Se nota la enormidad indudable de un libro cuando tiene la suerte de emocionar al lector en primera persona, como si este fuera un testigo visitante más de la casa de los personajes. Que hayan pasado tantos años y que sus palabras se graben en nuestra mente como si esta fuera una roca, reconoce la doble gran virtud de Leonard Woolf: hay una vida, y hay que escribirla.

 

 Alfonso García.

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