Un joven cretense de veinte años se enamora de su profesora de inglés. Ella le corresponde cuando él le recita versos de Lord Byron y Keats. En medio de su común vorágine, deciden fugarse juntos, consumando su aventura en el suelo del sagrado monte Ida, como si fueran semidioses de la antigüedad.
Aquel joven era Nikos Kazantzakis (1884-1957). Este libro fue escrito por él, tres años después, cuando apenas contaba con veintidós años, y supone una declaración exaltada de fidelidad a la experiencia de vivir.
A modo de diario, condensa en apenas ochenta páginas el origen de un amor y la admiración insostenible que genera, un prospecto indicado para cualquier edad.
Sus lectores podrán además felicitarse por la traducción, de la que se ha encargado Pedro Olalla, residente en Grecia que recibió de aquel país, por su labor divulgativa, el título de Embajador del Helenismo.
Kazantzakis está considerado como una de las mayores cimas de la literatura cretense y griega del siglo XX. Nacido a finales de siglo, a escasos kilómetros del palacio minoico de Knossos, fue autor de un conjunto completísimo de novelas, libros de viaje, poesía y teatro, reconocido en todo el mundo desde que su obra Alexis Zorba fuera hecha película como Zorba el griego en 1967. Otros de sus títulos más recomendables y conocidos son La última tentación de Cristo, El pobre de Asís, Cristo de nuevo crucificado o Libertad o muerte. Fue autor, además, de un poema de 33.333 versos, La Odisea, que consideraba su logro más importante y que supuso una completa secuela a las narraciones de Ulises por Homero.
Dicen que en el año 1957 Nikos Kazantzakis perdió el premio Nobel de Literatura por un único voto. El ganador de esa edición, Albert Camus, afirmó al saberlo que el escritor griego lo hubiera merecido mucho más que él.
Kazantzakis, que murió como escribió, dejó escrito en su lápida el siguiente epitafio: “no espero nada, no temo nada, ya soy libre”.
Alfonso García.