Antonio Lobo Antunes nació en Lisboa en 1942. Trabajó como psiquiatra hasta que se dedicó a la literatura: cuando le publicaron su primera novela tenía ya 37 años. Pero a pesar de empezar tan tarde se ha convertido en los últimos años en el candidato portugués más importante para el premio Nobel.
Ha escrito muchas novelas libros (en la página web de Mondadori aparecen 55 títulos en distintos formatos, y la editorial Siruela tiene una colección con su nombre). Algunos de sus libros son: Manual de inquisidores (1996); Esplendor de Portugal (1997); Exhortación a los cocodrilos (1999); ¿Qué haré cuando todo arde? (2001); o ¿Qué caballos son aquellos que hacen sombra en el mar? (2009).
Una de las cosas que más me gusta de los libros de Lobo Antunes son sus títulos. Él cuenta que normalmente no le pone título hasta el final, y que sólo es cuando ha terminado de escribir una novela cuando se da cuenta que le falta el título. El de No entres tan deprisa en esa noche oscura proviene de un poema de Dylan Thomas:
Do not go gentle into that good night,
Old age should burn and rave at close of day;
Rage, rage against the dying of the light.
El poema hace referencia a la muerte como una luz hacia la que no quiere el autor acudir. Y el libro de Lobo Antunes es parecido, es una exclamación de lucha contra la muerte. La novela se desarrolla en una semana – similar a la creación del mundo en la Biblia, de la que hay muchas referencias – desde la llegada al hospital de un padre enfermo hasta el final de su estancia allí. El personaje principal, María Clara, es su hija, y en esos siete días nos enseña toda la historia de la familia, de la manera que se decía en Anna Karenina: “todas las familias felices se parecen, pero cada una es infeliz a su manera”.
El intento de la protagonista por comprender a su familia, en un momento tan duro, nos deja unas páginas llenas de sensibilidad, miedo y sorpresas. A veces se explica de manera difusa, nada simple, como suelen ser los pensamientos más profundos o la visión de las personas más cercanas a nosotros. A pesar de todo, los vínculos son vínculos en cualquier circunstancia. O como termina el poema mencionado:
And you, my father, there on the sad height,
Curse, bless, me now with your fierce tears, I pray.
Do not go gentle into that good night.
Rage, rage against the dying of the light.
Alfonso García.