Carles García, narrador oral de Logroño y participante en la edición del 2014 de "Cuentos eróticos por los rincones", contesta a las siguientes preguntas.
1.- ¿Puede indicarme cuántos y cuáles son los títulos de algunos de los cuentos que empleará durante su intervención en la sesión de Cuentos Eróticos?
Contaré cuentos tradicionales de diversas culturas, entre otros, ‘El carrete de hilo’, un cuento tradicional de Québec; ‘Cerrar los Ojos’, un cuento tradicional sufí; ‘La Gruya’, un cuento tradicional italiano; ‘Rabaò Maldito’, un cuento tradicional portugués; ‘Destejar’, un cuento aragonés; ‘La Carolina’, un romance tradicional castellano, y ‘Adivinanzas eróticas’, extraído de la cultura tradicional valenciana.
2.- ¿Qué ingredientes no deben faltar a su juicio en un cuento de perfil erótico?
Creo que deben contener la sutileza, sugerir más que mostrar (aunque en alguna ocasión también se puede jugar con el exceso para provocar la comicidad). Y por supuesto, contener un final sorprendente. En ese sentido, los cuentos tradicionales contienen todo, ya que se contaban cuando había que ser muy cuidadoso con lo que se decía, de ahí su sutileza y segundas intenciones, y siempre se buscaba la sorpresa en el público, sorprender por lo esperado, con lo no esperado.
3.- ¿Se ha ruborizado en alguna ocasión al contar un cuento erótico o sentido como si estuviera desnudo ante el público?
Si. Recuerdo una ocasión en que entre el público de las primeras filas había una niña de 8 años, y cuando comencé el primer cuento no me di cuenta hasta bajar la vista. Fue un tormento estar contando con la mirada clavada de la niña. Al final de la sesión me dirigí a los padres y les comente que no era muy adecuada la presencia de la niña y ellos dijeron que no se habían dado cuenta. Cuando se marchaban, la niña se volvió y me dijo, en voz muy alta, “me voy, pero me lo se todo…”.
Pero en general el erotismo no lleva aparejado un rubor tan intenso. Otra cosa es lo explícito. En alguna ocasión me han pedido que narre cuentos pornográficos (que también existen en la tradición oral) y éste si que es un asunto más complicado y en algunas ocasiones incómodo.
4.- ¿A qué atribuye más poder de seducción en un cuento erótico, a la imagen que se formula el escuchante en su mente o a la capacidad misma de la palabra para activar el imaginario?
En realidad es la misma cosa. El narrador cuenta una cosa que activa el imaginario del escuchante, y el imaginario se compone de todo lo que el que escucha ha vivido e imaginado. El reto del narrador es ser capaz de disparar esa capacidad de construir imaginario por parte del que escucha y luego desaparecer de escena para quedar sólo la voz y la historia. Hay muchos narradores que buscan cierto lucimiento personal y eso puede embellecer la historia, pero no cumple su papel de narrador oral anónimo. O al menos no lo cumple como a mí me lo ha transmitido mi familia, donde siempre me dijeron: “fíate del cuento, pero no del cuentista”
5.- La fuente de inspiración de esos cuentos de dónde se extrae o en dónde se encuentra en su caso.
Yo parto de cuentos que me contó mi familia y luego otros cuentos que he escuchado o leído y que me traían a la memoria la forma y estructura de esos cuentos familiares. Y por supuesto, que me digan alguna cosa, que me provoquen una sonrisa, una sorpresa…casi como una caricia.
6.-¿Cuál es a su juicio el valor de la palabra y la narración oral en el contexto de esta sociedad hipertecnificada?
Precisamente en esta sociedad hipertecnificada, la palabra ha vuelto con fuerza. Las personas necesitan escuchar y que la gente le cuente cosas. No somos lo contrario de la televisión, ni los videojuegos… somos otra cosa. Somos ese momento de tranquilidad, de susurro y silencio que todos necesitamos. En realidad somos el silencio habitado. Parece un contrasentido, pero nosotros trabajamos habitando el silencio que todos necesitamos en una sociedad llena de ruidos y mensajes equívocos. Porque no injertamos, ni imponemos ideas o mensajes, solo ayudamos a que los escuchantes creen su propio mundo, con su propio imaginario.
7-. ¿De qué nos salvarán las palabras?
Esa es una pregunta demasiado grande para mí.
Puedo explicar las razones que a mí me llevan a contar. Yo cuento para que no se olvide una sabiduría popular y tradicional que defendía el conocimiento común, el sentido de la solidaridad, el compartir espacios comunes, el ganar la calle, el sentido del bien, el respeto a la naturaleza, en pensar antes de actuar, el preguntar y preguntarse…En contraposición a una sociedad individualista, donde la gente se recluye en su casa, donde prima el egoísmo y conseguir el inmediato, donde se actúa sin preguntas…, ni respuestas.
No sé si contando salvo algo a alguien, pero necesito hacerlo, como antes que yo lo hicieron ocho generaciones de mi familia y miles de narradores anónimos, que defendían el saber popular y una forma de vida, por medio de la palabra.