Luis León Barreto

Luis León Barreto

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Escritor y periodista nacido en la isla de La Palma y miembro de la Generación de los 70 junto a J.J. Armas Marcelo, Juan Cruz, Fernando G. Delgado, Víctor Ramírez, Juan M. García Ramos, Luis Alemany, etc.

Ha escrito novelas, libros de relatos, cuentos para niños, novela negra, ensayo y poesía. Su libro más conocido es “Las espiritistas de Telde”, Premio Blasco Ibáñez, Valencia, 1981, traducido al rumano, alemán, inglés, italiano y francés. Otros de sus libros son: "Ulrike tiene una cita a las 8" (Premio Pérez Galdós 1976), "Crónica de todos nosotros" (Premio Julio Tovar 1970), "La casa de los Picos", "El velero Libertad", "Los dioses palmeros", "¡Mamá, yo quiero un piercing!", "Los enanos danzones", "Carnaval de indianos", "La literatura y la vida", "Memorias de La Palma Edén", "El Neptuno de Melenara", "El Time y la prensa canaria en el siglo XIX", "El Mar de la Fortuna", "El crimen del contenedor", "Los buenos negocios", "Los días del paraíso" (precursora de la novela negra en Canarias, Edit. Orígenes, Madrid, 1988), "La infinita guerra", "No me mates, vida mía".

Fue subdirector del periódico La Provincia, jefe de Prensa del Cabildo de Gran Canaria, durante 15 años director del Club Prensa Canaria, en el que organizó más de 200 exposiciones de arte, debates, convocatorias culturales. Es Hijo Predilecto de la isla de La Palma e hijo adoptivo de Telde. Ganó el Premio del Círculo Cultural de Telde por su labor en favor de la cultura canaria, en 1999. Es Cofundador y presidente de la Asociación Canaria de Escritores. Ha sido invitado por la embajada de España en Berlín para presentar la traducción de "Las espiritistas de Telde", tanto en Berlín como en Hannover, así como Invitado por el Instituto Cervantes a las universidades de Birmigham y Leeds. También ha  ganado diversos premios periodísticos: el Leoncio Rodríguez, del periódico El Día; el Víctor Zurita, de La Tarde; el León y Castillo, del Cabildo de Gran Canaria. Actualmente es colaborador de diversos medios impresos y digitales y sigue escribiendo y publicando libros.

 

ENTREVISTA

¿A qué se debe el título de su conferencia “Cuando la poesía estaba en la calle”?

“Cuando la poesía estaba en la calle” se refiere a los años de apogeo de la poesía social en España, podríamos decir el periodo comprendido entre 1955 y 1975. Era la época de una poesía militante, destinada a despertar conciencias, destinada a –en la medida de lo posible – ir movilizando la calle, la poesía era un grito. En realidad, todo esto empieza con la Antología Cercada, de 1947, un libro absolutamente pionero y que se publica aquí por despiste de los censores: sus integrantes fueron Agustín Millares Sall, su hermano José María, Pedro Lezcano, Ventura Doreste y el gallego Angel Johan, que era funcionario de Correos. Este precedente fue muy valorado en los poetas de la Península. Podemos decir que la literatura hecha en Canarias fue pionera en tres fases esenciales de la historia de la literatura universal:

1) En la Ilustración, con nombres tan significativos como Viera y Clavijo, Clavijo y Fajardo, Iriarte.
2) En el surrealismo, con Gaceta de Arte y dentro de este movimiento con el grandísimo escritor Agustín Espinosa, el mejor novelista surrealista en español.
3) En la poesía social, con Antología Cercada y el aldabonazo que supone la obra de Agustín Millares y Pedro Lezcano, puntas de lanza de este grupo.

Ante la falta de libertades, los poetas procuraban escribir para transformar la sociedad. Por supuesto que la poesía por sí sola no lo consigue, pero sí ayudó a crear un ambiente, junto con los cantautores que muchas veces hacían en música los poemas que todo aquel grupo escribía. Los poetas escribían con mucha inteligencia, siempre entre líneas, para burlar la censura. Recordemos que la censura previa obligatoria se mantuvo en España hasta la denominada “ley Fraga”, de 1966. Entonces se introdujo la figura de la “consulta voluntaria”, todos los libros tenían que pasar por la delegación de Información y Turismo que era quien en definitiva autorizaba o no la edición. El funcionario de turno solía tener un lápiz rojo, que indicaba lo que había que suprimir. No solo los libros iban a “consulta voluntaria”, también los periódicos. Incluso había que presentar un guion de cualquier programa de radio, todo lo que se iba a hablar tenía que ser supervisado, era demencial. Antonio Cillero fue el último funcionario encargado de supervisar los textos. Yo mismo le llevé mi libro de poemas “Crónica de todos nosotros” que salió en 1972. Los años 60 fueron años de acelerón histórico: a raíz de Mayo del 68 en Francia la universidad se agitó, la necesidad de cambio iba calando en la sociedad. Todo esto desembocó en el borbotón libertario tras la muerte de Franco, cuando la poesía ganó la calle y los poetas eran vitoreados en los actos públicos. Tanto Agustín Millares como Pedro Lezcano, por su militancia política comunista, llenaban los terreros de lucha canaria, los campos de fútbol. La poesía, al fin, estaba en la calle, viva. Agustín tuvo la suerte de que muchos de sus poemas fueron cantados por gente importante: Taburiente, Caco Senante, el grupo Palo, Rosa León, Los Sabandeños. La poesía hecha canción entra muy bien en el pueblo llano, que normalmente no tiene libros en su casa y jamás lee un libro de poesía. Pero los cantautores, desde Joan Manuel Serrat a Pablo Milanés o Silvio Rodríguez o Amancio Prada o Pete Seeger o Joan Báez o Georges Moustaki o Jacques Brel o Leonard Cohen, han hecho una labor esencial a la hora de divulgar la literatura.

¿Qué aportó Agustín Millares Sall a la poesía canaria y nacional?

Aportó rigor, musicalidad del verso, energía, vibración. Contundencia. Para mí el mejor Agustín Millares debió ser mucho más conocido fuera, porque sin complejos podemos decir que en sus grandes poemas estaba al nivel de Gabriel Celaya, Blas de Otero, José Hierro, Rafael Alberti. No tenía la elaboración digamos literaria ni el intimismo de Vicente Aleixandre pero sí  el instinto del verso, el soneto, el romance, incluso el verso libre, salvaguardando siempre el ritmo, la musicalidad, la sonoridad de la palabra. Practicó la poesía como testimonio, denuncia, como protesta, recogiendo el espíritu de Miguel Hernández, César Vallejo, Pablo Neruda. Era una poesía disidente frente a la falta de libertades, que trae una obra comprometida.

¿Cuál es el aspecto que más le seduce de la poesía de Agustín Millares Sall?

De Agustín me seducen muchas cosas: su rabia, su rebeldía, su instinto. Tuve la suerte, recién llegado a Gran Canaria para trabajar en el periódico La Provincia, de frecuentar su casa con J.J. Armas Marcelo, Isidro Miranda y el grupo de Inventarios. Allí siempre fuimos bien recibidos por Magdalena Cantero, allí viví alguna anécdota divertida y también provocativa, como cuando, en una madrugada alcohólica, vimos una pintada frente a su casa que ponía “ETA no”, y, bajo los influjos del whisky, conseguimos una brocha y se pintó “ETA sí”. Estamos hablando de 1972, cuando las primeras acciones de ETA iban dirigidas contra el franquismo y despertaban cierta admiración en la izquierda, no hablamos de lo que luego fue ETA con su actuación sanguinaria y sus cientos de muertos. 

Su poema o poemario favorito.

Hay muchos, pero yo destacaría tres. El Yo poeta declaro, que es la segunda parte del poema titulado “Saludo”, también me entusiasman No vale y La calle. A él particularmente le gustaba mucho su Oda a México, porque México acogió a muchos exiliados de la guerra civil, y entre ellos a intelectuales y pensadores canarios. Eran poemas para generar conciencia, pero por encima de todo eran poemas hechos con una gran belleza, con un gran tino literario. De sus libros, Poesía unánime me parece memorable. Y también sus últimas publicaciones, en las que hay digamos un giro hacia temas más universales, más ecológicos, más ambientales. La sociedad había cambiado, ya no era tan necesaria la llamada a la conciencia de las masas y el poeta indaga entonces sobre el cosmos, la muerte, la familia, la amistad, los hijos, la esposa. La democracia parecía asentada, la sociedad cambiaba velozmente, tenía motivos para seguir escribiendo porque en el fondo el poeta, el escritor, es un ser carencial, insatisfecho, que busca la belleza y la trascendencia aun cuando es consciente de que su esfuerzo es en vano. Porque le aguarda la muerte, el silencio. Pero, aun así, siempre seguirá desafiando el folio en blanco, la pantalla del ordenador en blanco.

 

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