¿Qué es Isla de Lecturas?
Es el espacio en el que podrás encontrar información sobre proyectos y programas desarrollados en las diferentes bibliotecas de Gran Canaria así como sobre las bibliotecas públicas de nuestra isla.
Isla de Lecturas nace de un pacto entre diferentes entidades públicas y privadas que han apostado por colocar al libro, la lectura y la escritura en el centro de atención de nuestra vida, como motor de cambio de nuestros hábitos culturales y base sólida para el desarrollo económico y social de Gran Canaria.
¿Puedes avanzarme cuáles son las señas de identidad que a su juicio cree que definen tu trabajo como narradora-ilustradora?
Parece más sencillo cuando te describen desde una perspectiva externa, pero lo intentaré. Me acompañan la curiosidad por las cosas cotidianas, la sorpresa que me produce observar la cantidad de singularidades asombrosas que ocurren alrededor. Me caracterizan el sentido del humor, una minuciosidad que raya -o supera- la obsesión y el placer por explorar y seguir los rastros de pistas que voy encontrando, reflejado en forma de pequeñas historias paralelas que acompañan al hilo principal. Necesito crear en cada álbum unas reglas o mecanismos de juego y espero con todas mis fuerzas conseguir cómplices que se sientan partícipes y lo hagan posible.
¿Cuáles son los elementos que a tu juicio nunca
deben faltar a la hora de plantear una propuesta literaria infantil?
Una historia que les cautive, que les interese y que de verdad se dirija al lector infantil sin pretender adoctrinarles.
¿Qué valores te interesa transmitir con tus cuentos o textos?
Me temo que precisamente lo que no intento ni persigo es transmitir valores. Busco contagiar mi curiosidad por las cosas y enganchar al lector desde el puro disfrute que espero que le produzca el adentrarse en el libro.
¿Te resulta más cómodo u operativo a la hora de plantear un trabajo ser la autora tanto del texto como de las ilustraciones?
Creo que cada proyecto plantea sus reglas y puede ser tan fascinante trabajar mano a mano con otro autor como abordar la idea en solitario. No se trata de comodidad, sino del reto y las necesidades que cada proyecto plantea.
En mis recorridos, tiendo a evitar las líneas rectas y disfruto más indagando por senderos en los que pueda descubrir cosas inesperadas. Soy más de intentar hacer el pino puente y descuajeringarme el cuello que de escoger una postura cómoda.
¿Qué te resulta más 'complicado' escribir la historia o pintarla?
Llevo muchos años trabajando con imágenes y buscando que esas imágenes no se queden únicamente en una intención estética. La necesidad de contar es lo que me ha llevado a detenerme a trabajar en el libro y en el álbum como soportes narrativos.
El texto me da un inmenso respeto. Si siento que queda un largo trecho siempre por aprender trabajando con imágenes y cada nueva propuesta implica una buena parte de lucha, con los textos necesitaría otra vida para poder llegar a modelarlo al mismo nivel. Me considero más una intrusa osada que no ha podido resistirse a jugar con ellos para poder llevar a cabo mi idea. Supongo que forma parte de lo apasionante que me resulta aventurarme en territorios fronterizos y de la emoción que me produce descubrir cosas sorprendentes que escudriñar, a pesar del gusanillo en el estómago por el inmenso vértigo.
¿Cómo definirías ‘Malacatú’ si te solicitaran una breve reseña promocional de este título?
Malacatú es un reto al lector para transformar lo cotidiano en sorpresa, para lanzar sortilegios en voz alta hasta que lo consiga sin que la lengua se le haga un nudo. Es un duelo de ingenio doméstico que invoca a la risa como mejor aliado para transformar gruñidos en carcajadas y recuerda el poder de la magia de las palabras. ¡Ah! una advertencia, si el conjuro se formula bien, cuidado porque puede cumplirse...
Según los analistas, los álbumes ilustrados parecen estar viviendo una dulce etapa en el contexto de la edición, logrando saltar la barrera de la edad, los géneros y, también, los números. ¿A qué crees que se debe este resurgimiento en nuestro país?
A pesar de que hay muy buenos profesionales, creo que aún nos falta un enorme trecho para valorar como dulce la etapa actual que vive el álbum ilustrado en España. Nuestra tradición de álbum ilustrado es bastante corta y aunque pueda haberse avanzado en la reducción de las barreras, nos queda muro para rato. Todos los agentes involucrados que configuran la cadena: editoriales, librerías, autores… seguimos haciendo malabarismos para poder dedicarnos de lleno a ello de manera profesional, en un mercado en el que prima la cantidad y la velocidad a la que se suceden las novedades antes que la calidad y el cuidado por buenos libros que puedan permanecer en el tiempo. Iniciativas como el Concurso del Cabildo de Canarias son botellas de oxígeno que ayudan a seguir investigando, aprendiendo, leyendo y dedicando el tiempo necesario para generar proyectos de calidad, pero hace falta más madera y cambiar los criterios del mercado.
Algunos han indicado que este éxito se basa en una concepción distinta del niño, del adulto y de la lectura. ¿Estás de acuerdo con esta observación?
En el álbum ilustrado el diálogo que ofrecen texto e imagen deja un hueco que busca al lector activo, pero para que eso ocurra hay que combinar bien los elementos y tenemos que ser muy conscientes desde el comienzo de quién es el verdadero protagonista al que nos dirigimos, darle libertad de acción y elegir bien las piezas que componen nuestro álbum para hacerlo posible. El concepto de infancia ha cambiado y evolucionado mucho, pero actualmente, en muchos casos me da la impresión de que el adulto no considera al niño como un legítimo interlocutor y tendemos a tratarle con displicencia, de ahí el exceso de libros creados por adultos-gurús que ofrecen recetas con la intención de “iluminar” al niño con valores, más destinados a la tranquilidad que genera a otros adultos la idea de control.
El imaginario del niño se ha ido transformando en los últimos años con la irrupción no sólo de los videojuegos, sino del cine y los nuevos soportes vinculados a su ocio. ¿De qué manera ha influido ese proceso cambiante en el trabajo del ilustrador infantil y cómo crees que debe asimilar la industria editorial su papel en el marco de esa realidad?
Los nuevos soportes proporcionan herramientas interesantísimas a tener en cuenta para valorar cómo incorporarlas a nuestros proyectos.
Los ritmos narrativos y visuales, la incorporación de otros sentidos y estímulos sensoriales abren compuertas para la experiencia del viajero-lector-jugador.
Es muy difícil no dejarse hipnotizar por el bombardeo vertiginoso de imágenes impactantes de la pantalla a las que se suman sonidos estridentes y ese “noqueo” es bastante tramposo, pero el análisis de la realidad actual es importante si queremos conectar con el niño y hacerle propuestas que le interesen.
La incorporación de sonidos, las posibilidades narrativas de imágenes que salen del papel y pueden recorrer otros soportes, son nuevos recursos, nuevas herramientas y me parece apasionante la posibilidad de mezclar todo este imaginario con otros que les precedieron, como los teatrillos, sombras chinescas, dioramas, zootropos o demás dispositivos pre-cinematográficos que siguen fascinándonos.
Al fin y al cabo, lo fundamental es la historia que se cuenta y todo este abanico de opciones, lo que ofrecen son recursos entre los que escoger los más adecuados para esa historia, teniendo en cuenta que puedes quedarte con la riqueza que ofrece un lápiz.
¿Cuál es en tu opinión la mayor amenaza del álbum ilustrado en estos tiempos?
Pienso que se sigue considerando la literatura infantil como un género menor. Todos hemos escuchado con más frecuencia de la que nos gustaría cómo la razón que lleva a muchos adultos, profesores incluidos, a escoger los álbumes infantiles son las ilustraciones, “los dibujitos”, sin detenerse el mínimo tiempo necesario para leer el texto a pesar de su papel fundamental para la comprensión de un álbum y de su extensión limitada.
Edulcoramos sus lecturas de la misma manera que elegimos yogures con azúcar con intención de que los engullan sin complicaciones, menospreciando sus gustos y su imaginario, que es inmensamente rico. La literatura infantil no se reduce a diminutivos y realidades buenrolleras de nubes de algodón. La buena literatura, de la que forman parte los libros infantiles, tienen que ser estimulantes y pellizcar nuestra curiosidad. Ante todo, hay que tener en cuenta los intereses del niño y no confundirlos con lo que el adulto cree que debe de interesarle. Modo escucha “ON”. Tiempo “ON”.
Este libro tuyo será editado por la editorial ‘A buen paso’. ¿Qué puedes contarme sobre la línea y el catálogo de ésta editorial, si la conoces?
Que A Buen Paso sea la editorial encargada de editar el libro forma parte del premio. El universo de Arianna Squilloni es tremendamente enriquecedor y único y la ocasión de conversar con ella es la mejor presentación de su línea editorial. Su implicación, la pasión que contagia y esa inmensa curiosidad por las cosas fascinantes que se encuentran en campos enormemente diversos me engatusan. A Buen Paso rastrea por los rincones más sorprendentes hasta encontrar hilos de historias que ofrecer a los lectores exploradores para que sigan tirando de ellos y recorriendo otros lugares. Yo me siento plenamente identificada con ese lector aventurero que toma la lupa de Sherlock Holmes para encontrar nuevos rastros.
Cualquier otra cuestión que consideres importante reseñar antes de despedirnos
Un par de pequeños asteriscos finales. El primero, porque no pararé de agradecer trabajos de vida tan increíbles como los de Ana Pelegrín o Joaquín Díaz que han ido recopilando canciones, nanas, cantinelas, rimas, trabalenguas y otros textos de la tradición oral y del folclore, verdaderos tesoros que reúnen pedazos frescos de nuestra propia historia, tanto de la reciente, como de la más remota. Sin su labor, una parte fundamental de nuestros recuerdos se habría perdido.
Y el segundo, para animar a todo lector a leer y compartir lecturas en voz alta.
Sin más, fi, fa, fu, ¡MALACATÚ!