Tres de los cuentistas que participan el viernes en el itinerario de narración oral en Vegueta nos avanzan los ingredientes de un buen relato húmedo
Excitar la imaginación con el estímulo de la palabra quizás sea la intención de la mayoría de los cuentistas que el viernes, día 9 de mayo, participan en una nueva edición de la sugerente iniciativa ‘Cuentos eróticos por los rincones’, el itinerario de narración oral que impulsa la Biblioteca Insular del Cabildo grancanario y que convoca cada año a centenares de personas por distintas calles y plazas del barrio capitalino de Vegueta.
El juego y el pálpito del sonido de las palabras que pronuncien con iluminadora eficacia esa noche Aurora Maroto, Pep Bruno, Cristina Verbena y Carles García, invitará a hidratarnos la piel, a sumergirnos en las húmedas derivas simbólicas del sexo y a balancearnos en su proteico ritmo.
INGREDIENTES
Pero, ¿qué ingredientes son inexcusables en la arquitectura de un cuento erótico? ¿cuál debe ser su musculatura para que nos cautive y gocen de éxito? ¿influyen más las palabras que escuchamos en un cuento erótico o el énfasis de los efectos y registros que nos propone nuestra imaginación? Los cuatro narradores que participan en esta iniciativa nos explican cómo se enfrentan al cuento erótico, respondiendo a varias preguntas.
El guadajalareño Pep Bruno optará en su sesión por cuentos populares de la tradición europea recogido en el siglo XIII o XIV. Tiene claro a su juicio que en un cuento erótico no debe faltar “humor, crítica y, claro está, una buena dosis de carnalidad y de celebración de los días”. Placer y deseo es lo que alimenta, según la zaragozana Cristina Verbena, el sistema inmunológico de un cuento erótico: “Yo creo que un cuento erótico debe celebrar el placer y el deseo. Debe sugerir, para provocar en quien escucha el deseo de completar la historia con su imaginación y con su cuerpo. Contar cuentos eróticos es un juego, un juego de cosquillas y palabras que perfilan cuerpos, los enredan. Me gustaría que un cuento erótico invitara a la vida, a la risa, al placer”.
La madrileña Aurora Maroto, que ofrecerá cinco cuentos de Isabel Allende, Leo Frobenius, Rabih Alameddine, Dario Fo, Franca Rame y Iacopo Fo, cree que “la insinuación, la picardía, el humor, y cualquier otra cosa que despierte el recuerdo de la sensualidad”, no sobran nunca en un cuento de flujo erótico.
El logroñés Carles García tiene claro que un relato de esta naturaleza “debe contener sutileza, sugerir más que mostrar (aunque en alguna ocasión también se puede jugar con el exceso para provocar la comicidad). Y por supuesto, contener un final sorprendente. En ese sentido, los cuentos tradicionales contienen todo, ya que se contaban cuando había que ser muy cuidadoso con lo que se decía, de ahí su sutileza y segundas intenciones, y siempre se buscaba la sorpresa en el público, sorprender por lo esperado, con lo no esperado”, señala García.
¿Y a qué atribuyen los narradores más poder de seducción en un cuento erótico? ¿a la imagen que se formula el escuchante en su mente o a la capacidad misma de la palabra para activar el imaginario?
Pues Carles García, que contará en su sesión relatos tradicionales de varias culturas como la sufí, castellana, canadiense, portuguesa o italiana, entre otras, opina que “el narrador cuenta una cosa que activa el imaginario del escuchante, y el imaginario se compone de todo lo que el que escucha ha vivido e imaginado. El reto del narrador es ser capaz de disparar esa capacidad de construir imaginario por parte del que escucha, y luego desaparecer de escena para quedar sólo la voz y la historia. Hay muchos narradores que buscan cierto lucimiento personal y eso puede embellecer la historia, pero no cumple su papel de narrador oral anónimo. O al menos no lo cumple como a mí me lo ha transmitido mi familia, donde siempre me dijeron: “fíate del cuento, pero no del cuentista”.
Para Cristina Verbena, en cuyo trabajo alterna poesía y narración, los dos elementos son importantes. ”Es la palabra la que debe crear las imágenes, cuanto más claras mejor, que activen la sensibilidad de quien escucha. Al narrar creas imágenes que quedan en el público, se reproponen después en su vida cotidiana, de algún modo, lo habitan, nos habitan”, sostiene la narradora maña, que leerá, entre otros cuentos, un poema de Kavafis y otro de Adrienne Rich.
Por su parte, Pep Bruno admite que “el cuento alimenta una ficción que crece de dentro hacia fuera; la palabra invita a que el oyente elabore su propia imagen de lo contado. Por eso la palabra dicha es tan potente y seduce de manera tan intensa, porque acomoda la historia que se cuenta a la propia experiencia de quien escucha. Y en el caso de la experiencia erótica, tan íntima, tan secreta, el cuento se convierte en una suerte de liberación, de experimentación y juego que no pone en riesgo a las emociones”, dice.
Finalmente, Aurora Maroto opina que “ambas cosas estas relacionadas, ya que es la palabra la que activa el imaginario personal de cada uno/a”.
¿DE QUÉ NOS SALVAN LAS PALABRAS?
Las generaciones virtuales y digitales conviven actualmente viviendo las realidades de distinto modo. El ciberespacio ha modificado nuestras vidas y nuestra manera de percibir el entorno. Quizás para los más jóvenes la realidad parezca demasiado pobre y poco emocionante al lado de la fascinante y llena de estímulos que ofrece una pantalla que está dibujando escenarios híbridos y autóctonos al margen de la experiencia vital y la utilización eficaz de las aptitudes cognitivas de sus adeptos usuarios. En todo este contexto hipertecnificado ¿queda lugar para la palabra?. ¿Tienen los cuentos alguna utilidad?
“Son muchos los valores que podemos asignar al cuento contado, más en estos días: la palabra dicha nos recuerda qué somos, la necesidad que tenemos de contar y contarnos, de pensarnos, de ser en el grupo y de participar activamente (contando, escuchando) en lo que nos sucede; el cuento contado es voz ancestral que nos conoce y tiene respuestas (y preguntas, muchas) ante las inquietudes de los días; la palabra dicha nos mira a los ojos y nos invita a reconocernos”, mantiene Pep Bruno, que añade también que las palabras nos salvarán “de los silencios y, sobre todo, de sus vacíos”.
Para la cuentista Cristina Verbena “la necesidad de ficción, de escuchar y contar historias es innata al ser humano. Necesitamos encontrarnos, y la narración lo permite de un modo especial. Permite que nos miremos, entremos juntos en un mismo paisaje, el de la historia. Nos permite ser parte de un grupo así como somos, tener un espacio con los demás”. La zaragozana estima que las palabras nos salvarán “de la locura, de la soledad que duele, del exilio, de la muerte. Nos salvarán porque nos ayudan a vivirlo. Porque nos llevan a imaginar otras cosas. Porque nos acompañan”. Por su parte, Maroto estima que las palabras nos salvarán siempre “del aislamiento, de pensar siempre lo mismo y sobre lo mismo, de los malentendidos, del aburrimiento y del olvido”.
Carles García explica que precisamente en esta sociedad hipertecnificada, la palabra ha vuelto con fuerza. “Las personas necesitan escuchar y que la gente le cuente cosas. No somos lo contrario de la televisión, ni los videojuegos… somos otra cosa. Somos ese momento de tranquilidad, de susurro y silencio que todos necesitamos. En realidad somos el silencio habitado. Parece un contrasentido, pero nosotros trabajamos habitando el silencio que todos necesitamos en una sociedad llena de ruidos y mensajes equívocos. Porque no injertamos, ni imponemos ideas o mensajes, sólo ayudamos a que los escuchantes creen su propio mundo, con su propio imaginario”.
García no tiene claro si las palabras nos salvan de algo. Lo que sí tiene claro es que necesita contar, “como antes que yo lo hicieron ocho generaciones de mi familia y miles de narradores anónimos, que defendían el saber popular y una forma de vida, por medio de la palabra. Yo cuento para que no se olvide una sabiduría popular y tradicional que defendía el conocimiento común, el sentido de la solidaridad, el compartir espacios comunes, el ganar la calle, el sentido del bien, el respeto a la naturaleza, en pensar antes de actuar, el preguntar y preguntarse…En contraposición a una sociedad individualista, donde la gente se recluye en su casa, donde prima el egoísmo y conseguir el inmediato, donde se actúa sin preguntas…, ni respuestas”, concluye.
En la tradición literaria hispana existe una jugosa corriente de erotismo que ha sido injustamente silenciada. Desde el Arcipreste de Hita hasta José Ángel Valente, pasando por Francisco de Quevedo, Félix María de Samaniego, Rubén Darío, Ramón de Campoamor, Pablo Neruda o Federico García Lorca, ningún poeta o escritor de talla ha dejado de cultivar este tipo de literatura, que no es un subgénero, sino una consecuencia directa de la libertad de espíritu.
Desde que el Cabildo grancanario, a través de su Biblioteca Insular, puso en marcha este circuito de cuentos eróticos por los rincones de Vegueta hace ocho años, el éxito de público no ha cesado de crecer. El año pasado casi un millar de personas participaron en esta singular propuesta que se dota de una modesta infraestructura escénica (apenas un foco de luz y un micro para que los narradores puedan amplificar sus palabras), con la que es posible vivir y disfrutar también el casco histórico de la ciudad de otra manera. Cuentistas y cuentos, en definitiva, para todos los gustos y libidos; cuentos, en definitiva, para cada experiencia interior y la manera particular que cada uno tiene de conjugar el deseo.
Desde los siguientes enlaces podrán leer las entrevistas realizadas a los cuatro narradores que estarán en la sesión de "Cuentos eróticos por los rincones".