Biblioteca Insular
La Biblioteca Insular un año más ha organizado los Cuentos de Miedo en las noches del 31 de octubre y el 1 de noviembre. Al lado de lo que un día fue un barroco, hay personas que se juntan la noche de los difuntos para recordar a la dama blanca. Dicen que cuentan historias y escuchan, y que lo hacen para que, con el milagro de la palabra vivas, ella pueda dormir tranquila ente las palabras dormidas de los libros.
Esta singular sesión de cuentos de miedo estuvo protagonizada por la narradora madrileña Eugenia Manzanera y el alicantino Félix Albo.
Tanto Albo como Manzanera son dos cuentistas habituales del circuito de narración oral impulsado por la Biblioteca Insular. Dos activistas de la palabra que participan en otras propuestas del centro como ‘Cuentos eróticos por los rincones de Vegueta’ o el anual Maratón de Cuentos que tiene lugar en la Plaza de las Ranas.
Félix Albo atribuye el valor de la palabra “al cambio de ritmo y a la conexión con uno mismo y con la persona de al lado”. El narrador alicantino señala que “una persona para contar historias tiene que tener claro qué quiere contar, qué busca al contar, desde dónde quiere contar y por qué quiere contar. A partir de ahí, que no es fácil, comienza el trabajo de preparación del cuento”. En un cuento de miedo explica que “sin la palabra, sin su capacidad, no se provoca la inquietud, no se invita a dibujar el pánico y el sobresalto en el imaginario de quien escucha”.
Para la narradora madrileña Eugenia Manzanera una sesión de cuentos como la que compartió en la Biblioteca Insular con Félix Albo y el público “va a partes iguales: mitad narrador mitad espectador; como para todo tiene que haber comunicación y ritmo... marcarnos un buen son. A veces un silencio, una mirada, una palabra susurrada hacen que la fuerza de la narración llegue a su clímax, pero para esto hay que estar con ganas de "bailar ", bromea Manzanera.
A juicio de la cuentista la sociedad no otorga hoy en día “importancia a la grandeza del imaginario, al poder de los símbolos, a la palabra, no como medio de exposición sino de comunicación, de acercamiento entre seres”. Aconseja al público “comprender lo que nos cuentan, empatizar con la historia, con los personajes, que no se afinque sólo en su existencia, que descubra y formule preguntas, que nade en lo nombrado narrado para que descubra el placer que enciende su imaginación”.
Manzanera piensa que "para conocerse hace falta imaginarse" y "para cambiar el mundo hace falta imaginarlo" y, para ello, hay que ejercitar nuestro imaginario, estar dispuesto a ver las cosas desde diferentes lugares y colores”, concluye.