Foto de Víctor Álamo

(Daniel María) Isla nada es la sexta novela publicada por Víctor Álamo de la Rosa (Santa Cruz de Tenerife, 1969), un monumental friso narrativo plagado de personajes inolvidables que desembarca estos días en librerías de todo el país de la mano de Tropo Editores.

El escritor, traducido a varias lenguas, se consolida como uno de los más importantes del actual panorama literario hispánico y, sin duda, como autor de algunas de las novelas que podemos considerar clásicos de la tradición narrativa canaria.El humilladero (1994), El año de la seca (1997), Campiro que (2001), Terramores (2007), La cueva de los leprosos(2010) Mareas y marmullos (2011), corroboran la solidez literaria de una obra que ha merecido estudios y tesis doctorales en las universidades de Génova, Venecia y Juiz de Fora, y que ha merecido la atención del Nobel José Saramago o el Académico Lázaro Carreter.

 

“Isla nada” parece de entrada un título muy radical…

“Así es. Esta novela es un terremoto devastador contra mí mismo, un trabajo muy meditado porque quería cerrar el mundo literario de la Isla Menor, ese territorio mítico que ha caracterizado mi obra hasta ahora. Escribir una novela contra uno mismo no es fácil, pero estoy satisfecho del resultado. Esta novela es capaz de despedir al escritor que fui y de anunciar al venidero, y quizás por eso he necesitado más de 400 páginas. La novela gustará al lector no acomodado y dispuesto al susto.

 

Los personajes se embarcan en un velero para recorrerse medio mundo, ¿por qué tanto viaje y tantos escenarios?

“En parte los viajes de los personajes me sirven para divertir al lector con recorridos por el ártico, por Brasil, por Francia, por Marruecos, por Sierra Leona, por Galicia, El Hierro o Madrid, pero también tantos escenarios eran un reto para mí como escritor, ser capaz de reflejar tantos espacios geográficos, y eso me interesaba y divertía a mí. Además, el personaje del nazi quiere montar el primer zoo de la historia donde exhibir seres humanos, como si fueran bestias, para mostrar la diversidad de etnias, razas y sensibilidades que hacen de la cultura del hombre un mestizaje fascinante. El tipo necesita esquimalesindios yanomamis, negros, moros, tuaregs, guanches… y ni corto ni perezoso se va a buscarlos, en plan aventurero, allá donde haga falta. En este sentido es una novela de viajes. Una lectura más simbólica de la novela desvela la necesidad de una rehumanización del mundo, del propio ser humano, que parece naufragar en los abismos de la sinrazón, como si los conceptos que hicieron grande al hombre, esto es, el amor, la justicia, la libertad, el respeto y el amor al prójimo, fueran estupideces. Y no lo son. No todo vale. No solo importa el dinero. Un buen ejemplo son los tiempos que vivimos: todas las decisiones se toman en función de la economía, de las pelas. Todas las acciones de Gobierno salen desde esa óptica y enseguida la educación, la cultura, lo que precisamente nos distingue del simio que fuimos, se convierten en fruslerías, en elementos accesorios cuando en verdad son centrales. Las sociedades analfabetas y sin capacidad crítica no progresan. Si comparo los parámetros educativos de España y de Francia, por ejemplo, como países vecinos, me entra la sensación de que España y Canarias se han instalado en una especie de latinoamericanización, en el mal sentido, para convertirnos en el granero de mano de obra barata de Europa. Eso es una hipoteca que no acabarán de pagar ni mis tataranietos.

 

¿Por qué esa presencia del sexo casi explícito en su novela?

Por necesidades del argumento, en parte, porque uno de los personajes enloquece a su marido debido a sus adicciones sexuales, pero, por otro lado, también porque el sexo sirve para incomodar al lector y ponerle un espejo delante. La novela tiene que dejarnos ver los verdaderos rostros de los fantasmas que habitan nuestros sótanos. Además, disfruto como narrador describiendo curiosas escenas sexuales, en este caso, por ejemplo, explotando las posibilidades del sexo en trío.

 

El lenguaje de Isla nada es a menudo demorado, laberíntico, muy cuidado, poco que ver con muchas novelas actuales de escritura elemental, de fraseo corto. ¿Se trata de algo premeditado?

Gracias por esta pregunta, de veras, porque nadie me la hace y creo que es uno de los aspectos fundamentales de esta nueva novela. El estilo que quiero lucir aquí es en sí mismo una reivindicación de la novela tradicional, de la gran novela del XIX, de Galdós y de Flaubert, porque estoy un poco harto de esas presuntas imposiciones del mercado editorial que piensa en un lector poco menos que bobo al que solo se le puede alimentar con frases de sintaxis infantil, sujeto, verbo y predicado, de escuelita, poco más. Con Isla nada quiero reivindicar un lector sin pereza, dispuesto al susto y a la sorpresa, le propongo que juguemos y que se deje seducir por las mil posibilidades de un lenguaje con ecos, huecos y recovecos. Necesito un lector tambiéndispuesto al susto estilístico.

  

Portada del libroNo ha dejado de publicar sus novelas en libro de papel, en el formato tradicional. ¿Se niega al libro digital?

A lo que me niego es al debate falso que opone el papel y lo digital. Mientras pueda elegir, me quedo con el papel. Ahora mismo el libro digital solo me parece una jugada de los gigantes de la informática para trasladar el negocio del libro desde las manos de los libreros y los editores a ellos y a los grandes proveedores de conexiones de Internet de alta velocidad. Está claro que si no se combate el pirateo extremo que hay en España es porque ni a los gigantes de la informática ni a las grandes compañías telefónicas les interesa, porque tienen un buen negociete montado. Además, en este debate nunca se habla de lo más importante, que es que la tecnología ha abaratado como nunca la edición de libros en papel, incluso bajo demanda. Creo que la edición digital en papel es en verdad la gran revolución, porque ahora hay empresas a las que envías tu novela y te la editan estupendamente por quinientos euros, lo que supone un abaratamiento que pone al alcance de casi todo el mundo publicarse un librito en papel. Esto sí que es un gran invento. El año pasado se publicaron unos 60.000 libros en papel en España, ¿no cree que son muchos para pensar en algo que se supone que está muerto o en vías de extinción? Serían, en todo caso, unos muertos muy vivos. El libro en papel no morirá. Las propias cifras de ventas lo demuestran. Hay clásicos de la literatura contemporánea, como Seda, la estupenda novelita de Baricco, que ha vendido unos sesenta millones de ejemplares en papel en la última década. Insisto, esto del libro electrónico es un cuento chino. En España se acabaría todo este dispendio con que la policía se dedique un par de días a cerrar plataformas de pirateo de libros. Así de simple. La verdad es que esto del pirateo en España ya da vergüenza ajena.

 

Tengo entendido que hay en marcha una adaptación al cine de una de sus novelas…

Sí, la directora del proyecto es la cineasta andaluza Dácil Pérez de Guzmán, que ha adaptado mi novela Campiro que. Se rodará en inglés, en parte en los paisajes de El Hierro, y ahora mismo está en proceso de recaudación para la financiación. El cine es un proceso lento porque necesita mucho dinero. Pero ya está hecho el storyboard en español e inglés y hay una productora de Los Ángeles interesada.

  

¿Ha abandonado Víctor Álamo la poesía?

De ninguna manera. Precisamente mi último poemario, El equilibrista y los jardines, verá la luz en noviembre. Estoy muy contento porque hace 16 años que no publico poesía, cuando en realidad es el género que más me interesa, el que prefiero leer. Solo en la poesía de los grandes poetas aprendemos la intencionalidad, la garra y la experimentación que debe tener cualquier artefacto que quiera ser literario. Además, siendo canario, con la maravillosa tradición poética canaria que tenemos, no hay quien se sustraiga a la tentación del poema. No todo el mundo puede presumir de tener a un Luis Feria, a unos hermanos Padorno o a un José María Millares Sall, grandísimos poetas, por poner un par de ejemplos.

 

¿Cuál es la tradición literaria que más le interesa actualmente?

La tradición narrativa norteamericana. Creo que de un tiempo a esta parte la mejor narrativa se hace es en inglés y en Norteamérica, con la salvedad de Coetzee, que es sudafricano. Los norteamericanos necesitan hacer la gran novela americana porque son una sociedad muy joven. Necesitan ese espejo. Necesitan tener su Galdós, y andan embarcados en hacer novelas con gran intencionalidad literaria. Cormac McCarthy, Philip Roth, Foster Wallace, son ejemplos magníficos de grandes narradores.

 

¿Y en las Islas ya se ha hecho la gran novela canaria? 

No, pero estamos en ello, intentándolo, que es lo bueno. Ahora mismo hay un boom, protagonizado por gentes de varias generaciones. Nunca antes se había escrito tanta novela en Canarias, pero es verdad que la mayoría son novelitas de andar por casa, sin verdadera ambición literaria, muchas demasiado atadas a las estrecheces de la novela de género. Creo que tenemos la gran referencia que es Isaac de Vega, sobre todo por su originalidad. Cuando en España se hacía novela realista simple y llana, Isaac de Vega ya estaba embarcado en sus viajes oníricos, ya había releído a Kafka y lo había pasado por su surrealismo y su experimentación de la insularidad. Sin embargo, creo que lo más importante es que entre todos estamos formando a un público que por fin demanda, lee y compra novelas escritas en Canarias por canarios. Y además, algunos somos capaces de publicar en varios países, a nivel nacional e internacional. Me alegra mucho que haya novelistas de varias generaciones conviviendo novela a novela en Canarias, desde los del 70, como Armas Marcelo, Juan Cruz, Víctor Ramírez o García Ramos a un escritor grancanario tan sobresaliente como Ángel Sánchez, que es muy bueno, o gente de los 80, como González Déniz. Creo que el tanto que sí se puede apuntar mi generación, lo que Anghel Morales llama Generación 21, es el hecho de haber desarrollado sin complejos la novela de género en Canarias, la policiaca y la de ciencia ficción, principalmente. A mí personalmente me gustaría que quizá mi generación publicara menos, pero que nuestras novelas fueran mejores, más ambiciosas literariamente hablando.Menos cantidad y más calidad, porque algunos en torno a los cuarenta años de edad ya tienen diez o doce novelas editadas, y esto parece algo exagerado. Es, además, fundamental, ser críticos y autocríticos para perseverar en la tarea de ser mejores. Un grave error, sin embargo, que está cometiendo mi generación, es que somos muy creativos, muy inventones, muy novelistas, pero poco dados a la reflexión, al ensayo crítico, y eso es absolutamente necesario, el pensamiento, digo, para que una generación se aposente y sedimente, saque raíces sólidas y no apenas unos hierbajos que después se lleve la marea. Pero, en fin, estamos trabajando duro, al menos muchos de nosotros. Habrá que dar tiempo al tiempo.

Daniel María

Lee la nota de prensa de la publicación Isla nada.

 

 

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